Pisar por primera vez el coso de Pamplona fue como entrar en una discoteca a la hora punta o dar el parte de guerra en medio de un fuego cruzado. La algarabía que ambientaba la corrida de toros entraba dentro de lo genérico entre los nativos del lugar, pero al visitante que llegaba con la hora encajada en el trasero –como era mi caso- el espectáculo visual se hacía indescriptible. Las peñas daban lo mejor de sí mismas mientras que ríos de tinto encharcaban las andanadas cayendo en catarata de alegría y cánticos por los tendidos soleados. Todo color, todo ruido y todo envuelto en un movimiento arrítmico y no por ello menos bello. Sonaban las trompetas de las peñas y los tambores se cruzaban entre el desconcertante baile de los mozos que no paraban de saltar y brindar por San Fermín. La fiesta, como dijo Hemingway, había explotado con el chupinazo del día seis y aún quedaban cinco jornadas de fuertes sensaciones por delante.
La capital de Navarra siempre se
ha distinguido por su particular forma de entender las corridas de toros. Son alrededor
de veinte mil localidades las que llenan el monumental coso que regenta 
Uno de los contrastes más
interesantes para el forastero es, sin duda, los dos sectores de la plaza.
Mientras que al sol se baten palmas y los mozos viven la fiesta a su modo,
ofreciendo el característico colorido que hacen única a Pamplona, en la sombra
está el aficionado, la persona que viene a disfrutar del espectáculo. Todos
blancos inmaculados mientras que al sol todo se convierte en rojizo oscuro como
consecuencia del caldo de tinto en plena ebullición. El señor concejal que
preside los festejos va vestido de chaqué y lleva calada una chistera, para
darle más protocolo a las corridas generales del abono. Todo cuidado al máximo
exponente como plaza de primera según la norma que rige a través del reglamento
interno de 
Las ganaderías intentan sacar lo mejor en tipo de la camada para presentarlo en Pamplona. Para un ganadero, lidiar en la capital de Navarra es todo un privilegio, y desde un año antes ya anda cuidando los toros escogidos para llevarlos a los Sanfermines. Toros de fina estampa, rematados desde la penca hasta el hocico. Limpios de pitones, armónicos y en el tipo de cada encaste. Con pecho, badana y con romana. El toro es el gran protagonista de las fiestas de San Fermín. Por las mañanas son famosos los encierros que comienzan en la cuesta de Santo Domingo y que acaban en la plaza de toros, cruzando la manada de toros y cabestros todo el centro histórico de la bonita y vieja Iruña. Plaza del Ayuntamiento, Mercaderes, Estafeta, zona de Telefónica y bajada al callejón son los lugares por donde procesiona el encierro más famoso del mundo.
Capitulo aparte merecen los pastores, que cada mañana entran por el Belagua a tomar el café de antes del encierro. El mostrador se convierte en la tabla de ejercicios para los estiramientos musculares y, de camino, para quemar los nervios previos a la suelta de los toros. Miguel Reta, excelente aficionado y ganadero de reses navarras, Fran Itarte, José Miguel Araiz o Vicente Martínez “Chichipán”, entre otros, son los grandes sabios del encierro. Conducen a la manada de forma admirable, corriendo por detrás y pendientes de que ningún mozo haga recortes o cites que puedan propiciar resabios en los toros. Los que se pasan son castigados con vehemencia por la mano dura que maneja la vara, sin ningún tipo de condescendencia, porque mucha es la responsabilidad de estos hombres respetados por todos y cada uno de los llevan al toro y a Pamplona en el corazón.
Habría que contar y cantar otras muchas
sensaciones vividas en las fiestas navarras, o podría haber dado una aséptica
reseña de los festejos vividos con pasión a la vera de Patxi Arrizabalaga y
Pepe Agarrado, mentores míos en Navarra. Pero estos han sido los sanfermines
vividos in situ. Podría haber escrito otras muchas cosas, pero lo salido de mi
pluma escrito está. Ya habrá otros años en los que Dios dirá, si quiere. Espero
que cuando se decida a hablar, sea para ponerme en la mano un billete directo
para Pamplona. Os puedo dar mi palabra de que le estaré muy agradecido. 


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